La fascinante historia de cómo sobreviví al baño de mujeres

Baño de mujeres

Lo más seguro es que ya estén pensando a que viene este post, pero bueno he aquí mi anécdota cuando entré por equivocación al baño de mujeres, ahí va…

Esto me sucedió en noviembre del 2013 y para el tiempo en que ya estaba trabajando en la empresa, pues no era tan nuevo como para confundirme de pisos, oficinas o baños, éste último en específico.

Era la hora de salida e iba bajando las escaleras, para ese entonces, por una extraña razón, había dejado de funcionar el elevador del edificio, así que tomé la difícil decisión de bajar por las escaleras, digo, era la única opción de bajar, no había de otra, aparte nada más eran tres pisos y de bajada, no eran muchos (realmente estoy exagerando este párrafo).

Como siempre, me despedí de mis compañeros de trabajo antes de irme y tome camino a las escaleras, cuando iba bajando, estaba pensando “voy hacer del baño por si me anda en el camino y no ir con prisas para llegar a casa… o me aguanto… o de una vez…” no lo discutí más y decidí hacer (para que andar jugando con la resistencia de hacer pipí ¿verdad?) solamente que cometí un pequeño error, entré al baño de mujeres.

Al entrar se me hizo algo extraño ya que los azulejos de las paredes eran diferentes pero no le hice mucho caso y entré de lleno a lo que iba, hacer de la pipí, todo fue muy tranquilo mientras hacía del baño, pero de repente empecé a escuchar voces de mujeres mientras abrían la puerta y entraban, fue cuando me di cuenta de algo… ¡¡¡¡¡¡Estaba en el baño de mujeres!!!!!! (otra vez yo exagerando la historia).

¿Cómo escapar del baño sin que me vieran?

Mientras estaba pensando en que hacer para poder salir y no hacer el ridículo, las personas entraban y salían, entraban y salían, entraban y salían… hasta que en una de esas ya no escuchaba ruido dentro del baño de mujeres y solamente se escuchaban pasos que se iban alejando de la puerta, fue en ese momento en donde salí disparado, bueno, no tan rápido, porque me dio tiempo de jalarle al baño.

Así fue como sobreviví al no hacer el ridículo, aunque ya en el camino a casa estaba recordando que no era la primera vez que había visto los azulejos de los baño de las mujeres y llegué a la conclusión de que no era la primera vez que había entrado, los primeros días en la oficina también me había equivocado.

Después de que me pasó eso, como método preventivo, siempre veo arriba de la puerta para fijarme bien a que baño entro; bueno, creo que no fue tan fascinante mi anécdota que digamos, no tanto como la canción de
Mijares, más bien fue chistosa.